jueves, julio 31, 2008,6:41 p. m.
El fin de la hegemonía americana


Francis Fukuyama ha publicado en El Pais un artículo de opinión sobre el fin de la hegemonía americana y de la renovación profunda que deben de hacer si aspiran a recuperarla.






FRANCIS FUKUYAMA 31/07/2008

Fareed Zakaria, columnista de Newsweek, habla del "mundo posterior al dominio americano" para referirse al que nos aguarda en los próximos años. El primer cambio evidente al que se enfrenta Estados Unidos tiene que ver con la aparición de un mundo multipolar. No se trata de un declive. Estados Unidos sigue siendo la mayor potencia mundial. Lo que sucede es que el resto del mundo se está poniendo a su mismo nivel.

Sí, se ha producido un impresionante desplazamiento de poder en lo que a la economía se refiere. Rusia, China, India y los países del Golfo gozan de unas economías en expansión, mientras que la de Estados Unidos ha caído en un periodo de recesión. Durante los gobiernos de Clinton y del primer Bush, Washington acostumbraba a sermonear al resto del planeta sobre cómo mantener en orden sus haciendas, pero ese tipo de sermón suena ahora un poco falso tras la crisis financiera estadounidense del pasado año. La prueba más clara del cambio al que asistimos es el endeudamiento en el que se encuentra Estados Unidos, mientras que muchos otros países están acumulando reservas.

En el futuro, las posibilidades de Estados Unidos serán mucho más limitadas. Puede que esta limitación venga dada por ciertos cambios en el equilibrio del poder militar, pero sobre todo se deberá a factores que tienen más que ver con el poder blando. Hoy, por ejemplo, los chinos y los indios exportan películas; hay estrellas de cine coreanas que son famosas en toda Asia, y los japoneses son grandes productores de cine de animación. En resumen, Hollywood ya no es la única fuente de creatividad cultural en el planeta.

Otra tendencia especialmente preocupante es la disminución de estudiantes extranjeros en las universidades estadounidenses. Disuadidos por la cantidad de obstáculos que encuentran para entrar en Estados Unidos, los estudiantes extranjeros han preferido buscar alternativas en otras partes del mundo.

Consideremos ahora un hecho desconcertante: el gasto militar de Estados Unidos es igual a la suma de los gastos militares de todo el resto del mundo. Y, sin embargo, no hemos logrado pacificar Irak en los cinco años transcurridos desde que las tropas estadounidenses invadieron y ocuparon el país. Se constata así que la fuerza militar no sirve a la hora de crear las instituciones legítimas sobre las que se asientan las naciones, de consolidar la vida política y de estabilizar esa parte del mundo.

Durante las dos últimas décadas, países tradicionalmente aliados han empezado a mostrarse opuestos a la política estadounidense. Se han formado, por ejemplo, alianzas como la del Shanghai Cooperation Council, una organización cuyo objetivo es acabar con la presencia estadounidense en Asia, incrementada después del 11 de septiembre. Y tampoco podemos recurrir con la misma seguridad que antes a nuestros aliados democráticos tradicionales.

Así sucedió en Irak, como era de esperar; pero también en Afganistán, donde, pese a que nuestros aliados aceptaban la legitimidad de la operación, arrastraron los pies a la hora de apoyar con tropas y recursos materiales. E incluso un país como Corea del Sur, que ha sido siempre un aliado, se ha visto convulsionado durante los dos últimos meses por las manifestaciones en contra de Estados Unidos desencadenadas por polémicas importaciones de carne.

En resumen, el mundo al que se enfrenta hoy Estados Unidos requiere nuevos instrumentos. Tenemos que poder desplegar y utilizar el poder duro, la fuerza militar, pero también hay otras maneras de propagar aquellos valores y aquellas instituciones que han de ser la base de nuestro liderazgo en el mundo. La labor realizada por el Gobierno de Clinton en los Balcanes, en Somalia y en Haití, en el sentido de colaborar en la construcción de naciones, fue muy criticada y tachada de "trabajo social". Pero la realidad es que la política exterior estadounidense debe interesarse por cierto tipo de trabajo social.

Quienes se oponen al dominio de Estados Unidos en el mundo -los Hermanos Musulmanes, Hamás, Hezbolá y Mahmud Ahmadineyad, en Oriente Próximo, así como ciertos líderes populistas de América Latina como Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales- han llegado al poder porque ofrecen servicios sociales a los más pobres de sus países.

Estados Unidos, por el contrario, apenas ha ofrecido nada en este sentido durante la pasada generación. Ofrecemos mercado libre y democracia, dos cosas buenas e importantes que constituyen la base del crecimiento y del orden político. Pero ninguna de las dos parece atraer a las poblaciones más pobres, que son, en definitiva, los auténticos electores en esta lucha por el poder y la influencia en el mundo.

No creo que el declive americano sea inevitable. Estados Unidos tiene muchas bazas ganadoras en tecnología, en competitividad, en el mundo de la empresa; cuenta con unos mercados laborales flexibles y unas instituciones financieras, en principio, fuertes, aunque hemos de admitir que ahora atraviesan ciertas dificultades. Y una de sus grandes ventajas es su capacidad para asimilar a la gente de otros países y de otras culturas.

Prácticamente, todos los países desarrollados atraviesan un bache demográfico. Sus poblaciones disminuyen de año en año como consecuencia de la bajísima tasa de natalidad de sus pobladores nativos. Así que cualquier país desarrollado que desee seguir creciendo tendrá que acoger inmigrantes procedentes de países y culturas diferentes, y creo que Estados Unidos tiene una capacidad única en este sentido.

Pero hay tres puntos débiles sobre los que Estados Unidos ha de trabajar si quiere salir airoso. En primer lugar, la creciente pérdida de capacidad de acción del sector público; en segundo lugar, la manera, harto autocomplaciente, de entender al resto del mundo, siempre desde nuestra propia perspectiva; y, en tercer lugar, la gran polarización del sistema político, que impide buscar soluciones a estos problemas.

Ejemplo de lo primero es la pésima planificación de la ocupación de Irak y de la guerra que le sucedió. Otro, el desastre absoluto de la respuesta al huracán Katrina.

El segundo punto tiene que ver con la arrogancia norteamericana respecto al resto del mundo. Cuando a finales de los años cincuenta, la Unión Soviética colocó en el espacio el Sputnik, Estados Unidos respondió al reto invirtiendo masivamente en ciencia y tecnología. El resultado fue que Estados Unidos se reafirmó como líder mundial en tecnología. Del mismo modo podríamos haber respondido al 11 de septiembre: invirtiendo en nuestra capacidad para comprender la complejidad de regiones del mundo como Oriente Medio. Por ejemplo, es un escándalo que la Embajada americana en Bagdad sólo cuente con un puñado de funcionarios que hablen árabe correctamente.

El último punto que habría que resolver es el impasse en el que se encuentra nuestro sistema político a causa de la polarización. La derecha se niega a hablar de subir los impuestos a fin de financiar unos servicios públicos muy necesitados de inyección económica. Y la izquierda se niega a hablar de cuestiones como la privatización de la Seguridad Social o el retraso de la edad de jubilación.

Y ni la izquierda ni la derecha han tenido la valentía política de sugerir una subida de los impuestos sobre el consumo energético, que es la manera más obvia de solucionar la dependencia del exterior y de impulsar fuentes alternativas.

Ningún otro lugar del mundo se beneficiará de nuestra política si seguimos siendo un país que sólo se mira el ombligo, incapaz de llevar adelante las políticas y medidas proyectadas, y demasiado dividido para tomar decisiones importantes. Todo esto no sólo es perjudicial para los estadounidenses, sino también para el resto del planeta.

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lunes, diciembre 05, 2005,11:34 p. m.
problemas sin solución
La mayoría de los problemas lo son porque no tienen solución. Y siguiendo con este razonamiento lo normal es que cuanto más importante sea el problema, más probable es que no tenga solución.
Y llegados aquí, ¿qué hacemos? ¿nos cruzamos de brazos?
He aquí un camino atípico en busca de soluciones. Debemos comenzar estudiando por qué es un problema, por qué llegar a su solución es difícil o imposible, analizar qué medidas agravarían el asunto o lo harían preferible a un posible arreglo.
Así que más que resolverlos lo que se debe de hacer es encauzarlos para que no se desborden, acotarlos para que no se agraven, dinamizarlos para que no se anquilosen.

Estas soluciones, entre otras, las sugiere J.Ig. Torreblanca en la revista Foreign Policy . Las dedica a problemas políticos y estratégicos de largo alcance, pero ¿no os parece que pueden ser validas para los problemas cotidianos que sufrimos a veces?

En el fondo es simple, conozcamos el problema, no permitamos que aumente, no dejemos que envejezca y si lo hablamos, quizás disminuya o desaparezca.
 
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jueves, noviembre 03, 2005,9:29 p. m.
el desatino
Magnifico articulo del profesor Francisco J. Laporta
Recomiendo su lectura

El desatino
FRANCISCO J. LAPORTA
EL PAÍS - Opinión - 03-11-2005
Hace poco se cumplieron cien años del nacimiento de José Antonio Primo de Rivera. Afortunadamente pasó desapercibido. Él fue quien afirmó aquello de que España era una "unidad de destino en lo universal", alarde verbal vacío pero muy propio del estilo nacionalista. Educado en la resaca de los agravios militares tras el ridículo papelón que se hizo en el 98, vio a su padre dar un golpe de Estado alegando que España estaba amenazada con un fin "trágico y deshonroso". El año que viene se conmemorará el centenario de la primera aparición en la escena política del Partido Nacionalista Vasco, en cuyo manifiesto se suponía que la nación vasca estaba también amenazada por peligros sin cuento: la desaparición de la raza, la lengua y la tradición. Y tampoco faltará quien se acuerde dentro de poco de los correspondientes cien años de la publicación del libro de Prat de la Riva La nacionalitat catalana, que reivindica con fervor para Cataluña una personalidad política perdida y la recuperación del "sentimiento jurídico original". ¡Vaya un siglo que nos han dado entre todos!
Por supuesto, el más largo y el de peor calaña ha sido el nacionalismo español. Logra encaramarse violentamente al poder en una guerra civil muy cruenta e impone a todos los demás su ideario nacional excluyente con la bendición de una iglesia que se llama católica (es decir, universal) pero no duda en comportarse bélicamente como "nacional" (es decir, localista). Fue entonces cuando tomó cuerpo la primera formulación del desatino: la fabulación de una entidad moral colectiva de origen histórico que se presenta como la clave de nuestra identidad como personas y como titular de un derecho natural a la soberanía política. Eso es el nacionalismo, todo nacionalismo, sin excepción. Esa entidad era una idea de España confeccionada con retales de la historia, manipulaciones de la religión y adoctrinamiento social. Una invención, sí, pero una invención que obró durante décadas como principio de organización política y seña de identidad ciudadana. Quienes no se plegaban a ella no eran españoles, y si no eran españoles carecían de valor como personas. Podían ser ignorados y, en su caso, sacrificados en el altar de la gran entelequia nacional. Ya se sabe, la superioridad moral de la nación como entidad colectiva vacía de contenido nuestra peripecia moral individual y tiende a ignorar nuestros derechos. Se puede matar y se debe morir por ella. Por eso el nacionalismo suele ir acompañado de violencia y no es raro que acabe en una gran carnicería. Todo por la patria.
Haciendo un uso militar de esas convicciones, el régimen del general Franco aplastó toda diversidad cultural y violentó derechos individuales. Y sucedió lo previsible. Perseguida la lengua vernácula y estigmatizadas las provincias vascas, las antiguas jeremiadas de don Sabino Arana sobre la desaparición de su patria cobraron verosimilitud. Todo nacionalismo en estado de latencia fermenta cuando percibe una amenaza, real o supuesta. Con su tosca obcecación, el franquismo operó de condición suficiente para que se reactivaran emocionalmente los resortes del nacionalismo vasco. A finales de la dictadura, el sentimiento nacional contrario a España estaba en el País Vasco más extendido de lo que nunca lo había estado. Y a su lado surgió, naturalmente, la violencia, que ahora, además, podía presentarse con la aureola de movimiento de resistencia o liberación nacional. Es así como Franco mismo se erige estúpidamente en factor de revitalización del nacionalismo vasco y en fundador honorario de la organización terrorista ETA. La paranoia del separatismo acaba siempre por ser el gran factor separador.
En este enrarecido caldo de cultivo la Constitución española fue vista en Euskadi con desconfianza, como una forastera más. El oxígeno que la dictadura proporcionó a la vieja versión vasca del nacionalismo logró que la devolución constitucional de las libertades individuales y el Estado de Derecho fuera menospreciada con el argumento peregrino de que los derechos de su nación eran "anteriores" a la Constitución. En virtud de un ejercicio de prestidigitación política y jurídica, se aceptó el Estatuto de Guernica, no porque derivara de ella, sino porque era un paso más hacia el reconocimiento pleno de aquellos antiguos derechos. Incluso en un contexto de libertades y derechos, podemos sin embargo reconocer de nuevo todos los ingredientes del desatino: entidad moral histórica, identidad personal mediada por la nación, violencia, euskaldunización y derecho natural a gobernarse. Ante la estupefacción de muchos, el País Vasco se transformó así en una anomalía dentro de una politeya democrática muy abierta y profundamente orientada a la devolución de competencias y el reconocimiento de la pluralidad cultural e histórica. La anomalía provenía, naturalmente, del delirio nacionalista.
Y por si ello fuera poco hemos tenido que pasar una breve temporada con el Partido Popular en mayoría absoluta. En pocos años ha logrado lo que parecía imposible: encontrar en los entresijos de la Constitución los rasgos españolistas y dogmáticos que, esgrimidos con exageración y agresividad, han acabado por hacerla odiosa para muchos. Para lo que aquí interesa, el artículo 2 (nación, unidad, patria...) ha sido inflado hasta la hipertrofia. Y menos mal que no han ganado las elecciones, porque no hay que excluir que hubieran acabado por liarse a mandobles con el artículo 155 (cumplimiento autonómico forzoso de obligaciones constitucionales, ¡qué disparate!) . El aznarismo puede así ser descrito, por lo que a esto respecta, como la versión constitucional del desatino franquista. Los viejos efluvios de aquella Alianza Popular que mantuvo las esencias en la transición han acabado por predominar en el discurso público del partido de Aznar. Volvía el españolismo, la bandera más grande, el manoseo político de la religión y el cerrojazo autonómico. Y con ello, naturalmente, los demás actores de la trama nacionalista volvían a percibir la latente amenaza.
Quizás también por eso, y tras una larga trayectoria de tolerancia, cultura y libertad en Cataluña, aparece inopinadamente el proyecto de Estatut. Lo digo con dolor y cansancio: es la versión catalana del mismo desatino. De nuevo nos sale al paso un ser colectivo de origen histórico con un derecho natural a la soberanía. Una entidad tan sustancial y viviente como para poder predicar de ella acciones humanas: 'afirma' cosas, 'considera' situaciones, 'expresa su voluntad de ser' y 'convive fraternalmente' con otros. Es de nuevo un ente nacional que puede saltar sobre el ordenamiento jurídico vigente para ir a buscar en los llamados derechos históricos su derecho na-tural a gobernarse. Otra vez la sustanciación de lo colectivo, otra vez los manejos de la historia, otra vez la imposición de la lengua. Y por lo que a su elaboración respecta, una redacción normativa prolija, con humos de documento constitucional, a veces disparatada, con esa minuciosidad obsesiva de quien siente una amenaza incierta y quiere asegurarlo todo, pensada más para decir a los demás lo que no pueden hacer que para decirse a sí misma lo que pretende, imposible muchas veces de aplicar por su detallismo, llena de redundancias, y tantas otras cosas. Lo de menos es que choque literalmente con algunos preceptos constitucionales. Eso se puede arreglar. Lo más preocupante es que violenta la lógica interna de la Constitución y segrega jugo identitario por todos sus poros. Si llega a estar en vigor algún día hará sufrir a muchos, catalanes y no catalanes. De momento ha provocado ya el toque de rebato del aznarismo, la apelación a las vísceras de la españolidad y la indecencia moral en los medios de comunicación del Episcopado.
El día mismo del desastre del 98 estaba don Miguel de Unamuno medio aislado en una dehesa del campo charro. Sorprendido porque los campesinos "trillaban en paz su centeno, ignorantes de cuanto a la guerra se refiere", escribía a Ganivet: "Estoy seguro de que eran en toda España muchísimos más los que trabajaban en silencio, preocupados tan sólo con el pan de cada día, que los inquietos por los públicos sucesos". Me parece que ahora pasa igual. Somos muchos más los que trabajamos cotidianamente sin la mente obsesionada por ninguna bandera, ningún estatuto ni ningún ente histórico de razón, sin intención de castellanizar, euskaldunizar o catalanizar a nadie, sin untar la política de religión ni la religión de política, respetando tranquilamente las costumbres, la cultura y las lenguas de los demás, relacionándonos con ellos con fluidez en la amistad, la familia, la ciencia, la fiesta y la actividad económica, reconociéndonos en nuestros derechos y reconociendo los suyos. Sin discriminar ni ser discriminados. Muchos más. Y, sin embargo, aquí estamos hoy entrampados entre un partido españolista, montaraz y beato, y la última edición del desatino. ¿Sería mucho pedir a todos esos monomaníacos de las patrias que nos dejaran trillar en paz?
Francisco J. Laporta es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid.
 
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domingo, julio 24, 2005,6:11 p. m.
Camino al caos



La revista Foreign Policy publica este mes un informe sobre los Estados fallidos. El Secretario General de la ONU advierte de que ignorarlos solo crea problemas que se vuelven contra nosotros. Jacques Chirac ha hablado de la amenaza que suponen los países fracasados para el equilibrio mundial. Las peligrosas exportaciones de estos países pueden ser bombar contra los demás: terrorismo internacional, capos del narcotráfico, arsenales de armas en el mercado, incluidas las nucleares; demasiado para mirar hacia otro lado.
¿Qué es un Estado fallido? Aquel en el que el monopolio del uso legitimo de la fuerza no está en manos del estado, aquel que no puede garantizar el funcionamiento de los servicios públicos, aquel donde no se pagan impuestos, aquel que vive fundamentalmente del mercado negro.
Las cifras varían, para el Banco Mundial son alrededor de 30, el Departamento Británico de Desarrollo Internacional los amplía hasta los 46, la CIA los fija en 20.
Alrededor de 2000 millones de personas viven en zonas inseguras, las causas son muchas: interminables guerras civiles, hambrunas cíclicas, brotes de enfermedades, oleadas de refugiados, zonas bajo control de mafias. ¿Cómo detectarlos? Las señales de alarma son muy conocidas: mal reparto de la riqueza, instituciones corruptas, violaciones sistemáticas de los derechos humanos…
Las intervenciones extrajeras, generalmente tardías no suelen ser la solución.
Un interesantísimo trabajo de Foreign Policy.
 
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jueves, julio 07, 2005,7:27 p. m.
El cinismo de los lideres politicos



Escuchaba en la radio esta tarde el comentario del presidente de los EE.UU. acerca de los atentados de Londres. Contraponía su lucha por Kyoto, África y el progreso del mundo a los que mataban a seres inocentes poniendo bombas. No he podido por menos que decir: “Será cínico”.
No hace falta hacer un gran ejercicio de memoria para recordar que Mr. Bush no cumple las normas de Kyoto porque no quiere a pesar de ser su país uno de los que más contaminan, que África le importa un bledo, de hecho se opone a que se aumente la cantidad de dinero que se está estudiando para ayudarla, que ha abierto Alaska a las multinacionales del petróleo y ahora este señor se presenta como paladín de el medio ambiente. Ver y oír para creer.
 
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lunes, julio 04, 2005,8:54 p. m.
justicia leeeeeeentaaaaaaaaa
Miriam, Toñi y Desireé fueron violadas y asesinadas en el 1992. La sentencia considera que a su asesino se le dio de manera inadecuada un permiso penitenciario que aprovechó para cometer su crimen. Trece años para dictar sentencia. ¿Tenemos los españoles una justicia del siglo XXI o seguimos estando en la Edad Media? Los jueces no deben tener carta blanca para alargar indefinidamente los juicios, ya se que faltan medios, ya se que los abogados aprovechan todos los resquicios para alargarlos, pero un país moderno que aspira a estar entre los primeros del mundo no puede tardar 13 años en dictar sentencia. Hoy ha empezado otro sobre un atropello que ocurrió hace dos años ¿es necesario tanto tiempo para celebrar un juicio de un atropello? ¿Cuando se dictará sentencia? Si se recurre ¿cuántos años tardaremos en conocerla? ¿Por qué añadir más dolor a quien ya está sufriendo?
Así no podemos ni debemos seguir.
 
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,7:08 p. m.
¡No pienses!¡Diviértete!
Se va a poner en marcha una nueva ley de educación. No será la última ya que seguimos politizando la educación. Si leemos la prensa o escuchamos la radio o vemos la televisión se habla de escuela pública o privada, si religión dentro o fuera de las aulas, si debe ser computable o no, si aulas matinales o espacios para actividades fuera del horario escolar, si Filosofía o no. Pero ¿Dónde están los grandes debates?. No se ha hecho un análisis serio de la situación actual, no se ha hecho la más mínima autocrítica del fracaso al que estamos asistiendo.
Nadie da respuestas a estas tres preguntas que considero fundamentales:

- ¿Qué se espera del sistema educativo?
- ¿Qué viene fallando hasta ahora?
- ¿Qué se puede hacer para que mejore?

Sin entrar en grandes detalles si hay aspectos en los que es fácil coincidir.

- Educar no es entretener
- Existe un gran desprestigio del principio de autoridad
- No se está educando en valores éticos
- Ausencia del esfuerzo personal
- Escasa colaboración entre padres y profesores

La Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. está pidiendo que se dediquen más horas a formar ciudadanos aunque para ello haya que quitarle horas a asignaturas “fuertes”.
Jordi Pujol decía que hay que decirles a los jóvenes que a lo largo de su vida tendrán que cambiar de trabajo, pasar pruebas y realizar exámenes y que deben ser conscientes de esto.
Si todos no trabajamos unidos buscando y aplicando soluciones , estaremos dejando que este mundo consumista en el que vivimos, siguiendo a Aldous Huxley les grite a nuestros hijos: ¡No pienses! ¡Diviértete!
 
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martes, junio 28, 2005,7:28 p. m.
El hombre de traje gris de Juan Gris.

He leido en periodistadigital el siguiente comentario en el blog de Enrique Meneses invitando a algunos lectores a que dejases de leerlo y se fuesen a liberalismo.org donde disfrutarían de perlas como la que sigue y no he podido resisitir la tentación de copiarlo aqui. Espero que seais capaces de aguantar hasta el final....la mujer de ideologías conservadoras o de derechas, es mas femenina y decente que la mujer progresista o de izquierdas (...) La mujer de derechas desarrolla su personalidad bajo las premisas que marcan las virtudes que le han sido transferidas: dignidad, decoro, mesura, decencia, recato, sensatez, vergüenza, sobriedad y seriedad. Y sublima su alma ante estas probidades inalterables que la caracterizan como el paradigma de esposa y madre. (...) La mujer de izquierdas detesta las formas sociales de convivencia, basadas en la escrupulosidad, el tacto, la educación y los modos exquisitos. Para ella son hipocresía, dobleces, fingimiento por lo que generalmente le lleva a caer en formas ordinarias que la determinan como lo que es. No siente el sagrado deber que ordena el vinculo matrimonial. Su lema suele ser: "Hombres si, esposos no".

Sin comentarios
 
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